miércoles, 4 de enero de 2006

la reforma fad - la prueba de fuego para la cooperación socialista (aportación externa)

Cuando nos aproximamos al ecuador de la legislatura, la política de cooperación del Gobierno socialista va a tener que afrontar su verdadera prueba de fuego. Más allá de la poesía, de los discursos y las palabras huecas, el PSOE tendrá en breve que demostrar la sinceridad de los compromisos que lanzaba la actual Secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Leire Pajín, cuando estaba en la oposición, así como sus verdaderos deseos de cambiar el rumbo de la cooperación española reflejado en el Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008. Se acaba de presentar en el Parlamento una Proposición de Ley para la modificación del Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD) a cargo de IU-ICV para reformar en profundidad el instrumento más polémico, controvertido y criticado de la cooperación española a lo largo de toda su historia. La propuesta debe valorarse como técnicamente sólida y rigurosa, en línea con la solvencia del especialista que ha intervenido en su elaboración.

Recordemos que los créditos FAD son un instrumento crediticio generador de deuda externa y responsable de aproximadamente el 50% de toda la deuda externa oficial que los países del Sur mantienen con España, teniendo un carácter ligado que obliga a adquirir los bienes y productos que las empresas y gobiernos españoles han querido vender, en las condiciones, plazos y características elegidas por España. En el año 1976, cuando España era todavía un país receptor de ayudas para el desarrollo y carecía de política de cooperación internacional, la UCD puso en marcha este Fondo con el único propósito de potenciar las exportaciones de bienes y servicios de las grandes empresas españolas, especialmente las del sector público industrial, lo que lleva a financiar desde sus inicios hasta fechas bien recientes cosas tan peregrinas como equipos militares y de defensa, materia policial y de doble uso así como equipamientos e infraestructuras para ejércitos y servicios policiales en numerosos países del Sur. Sin embargo, con el paso del tiempo, los créditos FAD se convierten en un instrumento capaz de financiar desde ayudas humanitarias y de emergencia, hasta cuotas, suscripciones y aportaciones a instituciones financieras internacionales, estudios de viabilidad, así como gastos derivados del control, seguimiento, evaluación e identificación de operaciones empresariales, acabando así por ser el gran cajón de sastre de la cooperación española.

Desde su creación, hace 30 años, todos los gobiernos que ha habido de uno u otro color han echado mano del mismo para financiar operaciones tan inmorales como reprochables, aunque eso sí, en nombre de la incuestionable ayuda al desarrollo. Y también hay quienes, bajo un disfraz universitario, han tratado de legitimar su uso, bien por las innumerables “bondades” que ofrecía para tanto menesteroso, bien por sus “ingentes beneficios económicos y financieros” a poblaciones que necesitaban por encima de todo no morirse de hambre, incluso llegando a predecir con pésimo tino que estos créditos estaban muertos y por tanto, no tenían la importancia que algunos le daban, algo de lo que las hemerotecas guardan testimonios hermosísimos. Pero con contundencia, el Gobierno socialista acaba de aprobar la mayor ampliación presupuestaria en toda la historia del FAD, hasta los 1.000 millones de euros, demostrando así la incongruencia de sus actuaciones, todo ello en medio de un clamoroso silencio del conjunto de las ONG, más preocupadas por ver la cuantía de las subvenciones que reciben.

Todos los partidos políticos van a tener que retratarse y asumir, con su apoyo o rechazo a esta proposición de Ley, una decisión política que hará historia en la cooperación española, permitiendo que ésta siga deteriorándose de la mano de unos créditos FAD ajenos a las necesidades y prioridades definidas por nuestros compromisos internacionales, o bien eliminando de una vez por todas lo que ha sido su mayor problema y el agujero por el que se han enterrado la mayor parte de sus escasos recursos. El Gobierno socialista tiene ante sí la verdadera prueba del algodón para demostrar la veracidad de sus promesas en materia de cooperación.

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